viernes, 20 de mayo de 2016

VANGUARDIAS SALVADOREÑAS


VANGUARDIAS SALVADOREÑAS
ANTONIO SALAZAR

Antonio Salazar (Santa Tecla, El Salvador, 1 de junio de 1897 - Santa Tecla, El Salvador, 31 de diciembre de 1986) fue un caricaturista, ilustrador y diplomático salvadoreño cuya obra alcanzó un alto reconocimiento en la primera mitad del siglo XX. Enrique Gómez Carrillo lo llamó alguna vez «el príncipe de los caricaturistas». Fue primo hermano de Salarrué. 

Antonio “Toño” Salazar nació el 1 de junio de 1897, en Santa Tecla, El Salvador. A los cuatro años, quedó huérfano de padre y madre, vivió con algunas penurias, bajo la protección del obispo de San Salvador, monseñor Adolfo Pérez y Aguilar, quien era primo de su madre.




Sus creaciones fueron admiradas dentro de la intelectualidad salvadoreña en sus años de juventud. Para el caso, logró mostrar su obra en el Teatro Colón de Santa Ana en 1919. Amigos con influencia en las esferas gubernamentales de la época lograron conseguirle una beca para realizar estudios en México, lo cual lograron, y el joven artista se embarcó hacia allá en 1920.

Ya en ese país estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Aprendió los elementos básicos del arte precortesiano, el cual, junto con el cubismo parisino, influirían en su obra. Participó de la bohemia de la ciudad y publicó caricaturas en El Universal, La Falange, Zig-Zag y El Heraldo. Sin embargo, su destino lo llevaría a la ciudad que en ese tiempo tenía una intensa actividad artística: París.
SALARRUE 


Luis Salvador Efraín Salazar Arrué,1 más conocido por su seudónimo Salarrué (Sonzacate, 22 de octubre de 1899 - Los Planes de Renderos, San Salvador, 27 de noviembre de 1975) fue un artista salvadoreño. Trabajó en el campo de la literatura y las artes plásticas, pero ha sido su obra narrativa la más conocida de sus creaciones, entre las que destacan Cuentos de barro y Cuentos de cipotes. 


Sus dotes artísticas se revelaron desde muy joven. Estudió pintura en los Estados Unidos, donde conoció el libro costumbrista El libro del trópico de Arturo Ambrogi, que le animó a retornar a su país para dedicarse por entero al arte. A partir de los años 1930, y aunque prefería mantenerse alejado de la política, trabajó cercano a los regímenes militares en turno para promover las políticas culturales de la época. Desde el año 1946 fungió como agregado cultural de El Salvador en los Estados Unidos.

Retornó a El Salvador en 1958, y poco después terminó su producción literaria, aunque los libros publicados en años anteriores continuaron reimprimiéndose. En sus años postreros ganó reconocimientos por su obra, pese a que subsistía modestamente en su casa ubicada en Los Planes de Renderos. Falleció de cáncer, sumido en la pobreza. Salarrué fue creyente de la Teosofía, una doctrina que influenció su producción artística. Ha sido considerado uno de los precursores de la nueva narrativa latinoamericana,2 y el narrador más importante en la historia de El Salvador.








MAURICIO AGUILAR 



Mauricio Aguilar (1919-1978), salvadoreño. Con algunas etapas anteriores, alcanza una concepción de la pintura en la que pinta cosas sencillas otorgándoles una dimensión poética, algo mística, y recurriendo, en ocasiones, al monocromatismo.



Zélie Larde



Zélie Lardé Arthés (11 de agosto de 1901 - 27 de octubre de 1974) fue una pintora salvadoreña. Se considera la primera pintora de tendencia primitivista de El Salvador.1 Contrajo matrimonio con el artista Salvador Salazar Arrué en 1923, con quien procreó tres hijas: Olga Teresa, María Teresa (también conocida como «Maya» Salarrué) y Aída Estela. Fue también hermana del científico Jorge Lardé y Arthés y la poetisa Alice Lardé de Venturino.2

De formación autodidacta, fue precursora de los pintores que se apropiaron del arte popular en la década de los años 1970 en El Salvador. Para la crítica de arte Astrid Bahamón:
Su trazo expresionista de línea gruesa y colores puros representa escenas coloridas de la vida cotidiana, de la infancia de los sectores campesinos y marginales de la sociedad mestiza salvadoreña. Evoca mucho la infancia y el papel de la madre con un candor y una ternura tan explícitos y consecuentes con la forma que los envuelve que pareciera tener la intención de ilustrar el encantado mundo de barro y cipotes (niños) de los cuentos de Salarrué.  
La creaciones más reconocidas de Lardé son las ilustraciones de la primera edición del libro «Cuentos de cipotes» de Salazar Arrué en 1961.










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